Quiero una silla cómoda - II

Una silla puede tener todas las prestaciones posibles, pero para que cumplan el objetivo de proveer comodidad, es necesario ajustarla adecuadamente. Para realizar esta tarea, no hay nadie más indicado que la misma persona que usará la silla. Los  primeros “ajustes” tienen que ver con tener una correcta postura de sentado: la espalda recta, los hombros relajados y los pies firmemente apoyados en el suelo.

En casi todas las sillas de uso profesional, el respaldo tiene una forma ergonómica o de “s”. Esta forma tiene una curva pronunciada en la parte más cercana al asiento que se ajusta a la zona lumbar. Con esto se evita el arqueo de la espalda. Así que la primera recomendación es sentarse ocupando todo el asiento y apoyando por completo la espalda al respaldo. Suena demasiado obvio pero es una de las cosas que a menudo se olvida. Al no hacerlo, la espalda se arquea y la zona lumbar puede sufrir lesiones.

La altura del asiento debe permitir tener los pies apoyados firmemente en el piso en un ángulo de noventa grados. Si el asiento tiene una forma ergonómica alivia los puntos de presión y resulta mucho más cómoda. Al estar sentados debe quedar un espacio de 6-8 centímetros entre las piernas y el borde del asiento, lo que evitará presión y cansancio en la parte trasera de las piernas y rodillas. Lo ideal es que el asiento tenga el borde levemente inclinado.

También se puede lograr ajustando la profundidad del respaldo. No todas las sillas tienen un mecanismo para variar este ajuste, pero si el respaldo está sujetado al asiento mediante una pieza metálica, esta profundidad se puede determinar al momento de armar la silla. Hay modelos en los que los agujeros en la pieza de metal son alargados, esto permite variar la profundidad a la que quedará colocado el respaldo.

Con estos ajustes lograremos tener la espalda y las piernas firmemente ajustadas, además de evitar presión en la parte trasera  de las piernas.

Los apoya-brazos, su nombre lo indica, brindan soporte y descanso a los brazos. Evitan que los hombros permanezcan caídos pero debe evitarse que los mantenga levantados. Ambas posturas son incorrectas y pueden causar molestias. Otro aspecto de los apoya-brazos es que no deben interferir con la superficie de trabajo, y tampoco deben convertirse en un impedimento para moverse. Si es así, y la posición de trabajo requiere moverse constantemente, lo recomendable es prescindir de esta pieza.

El sistema de reclinación se ajusta mediante palancas casi siempre colocadas bajo el asiento. Algunos modelos sencillos permiten solamente reclinar el respaldo, pero también hay sistemas mucho más complejos, con movimiento sincronizado entre el respaldo y el asiento y ajustarlo en la posición deseada. Para trabajos largos frente a una computadora, lo recomendable es tener una silla de respaldo alto y levemente reclinado hacia atrás.

Generalmente el respaldo se reclina al mover la espalda hacia atrás. Esto requiere un nivel de fuerza que variará de acuerdo a la complexión física de cada persona. Es bastante común escuchar: “¡qué dura es esta silla!”. Esta “dureza” se puede ajustar con una perilla que se afloja o aprieta según se requiera. Se encuentra colocada bajo el asiento y es fácilmente identificable porque suele ser bastante grande. Otras prestaciones como el apoya-cabezas y el importantísimo soporte lumbar, tienen las perillas de ajuste fácilmente identificables en la parte trasera del respaldo.

Estos lineamientos de ajuste, sumados a las consideraciones de complexión física, al tipo de trabajo y a las prestaciones que requiere, son suficientes para encontrar la añorada silla cómoda. Y ya que se ha encontrado, pues hay que aprovecharla y disfrutarla al máximo.

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